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Embalaje para enseres standard (página 2)



Partes: 1, 2, 3, 4

¿Quién encerró con doble puerta al mar?

Job. 38,8

¿Quién a la puerta emocionado llama

detrás de cada cosa como en selva

perdido? ¿Qué ilusión hace que vuelva

esa criatura del temor? ¿Qué trama

Job en sus desnudeces? ¿Quién derrama

por mí tan depurado vino abstracto?

"No soy el Tentador ni de mi tacto

hago brotar la lumbre que se agota,

pero voy suspendido en la remota

y espúrea levedad de lo inexacto.

II

¿Por qué me tientas, Elifaz? ¿Es dable

la tentación que llevo por morada

legítima? Te imploro, sé la espada

de una vez y por todas. Lo mudable

no me convencerá. ¿Soy el culpable

de tu discurso enloquecido? Paso

como Sofar expuesto a ser el trazo

solemne de la lluvia en las arenas.

¿Te olvidarás entonces de tus penas

si te abate el dolor de mi fracaso?

III

¿Proseguirá la duda del ultraje?

¿Trémulo paceré como un espía?

¿Alguien me salvará de la utopía?

¿A Dios veré de errátil equipaje

asir el mástil inmortal? Enaje-

naso sobre los días seré un tenso

arco frente a la diana del comienzo.

Y el diestro leviatán de la grandeza

me ayudará a vivir, con la simpleza

de no haber dicho nunca lo que pienso.

HE APRENDIDO A VIVIR LLAMAS EN TORNO

Abuela,

entre las llamas de la memoria.

Entonces aparecieron lenguas como de fuego,

que se repartían y se posaban sobre cada

uno de ellos.

Hechos. 2,3.

He aprendido a vivir llamas en torno

del magro comensal que soy. Escribo

mi epístola inmortal, pero recibo

nueva señal del fuego. Mi retorno

mesiánico me eleva del rencor, no

al menudo paraje del bien. Lleno

de espíritu lo impávido condeno

y a la Verdad mi lucidez consagro,

para que sobre mí llueva el milagro

si extenuado prosigo bajo el cieno

de la vibrante soledad que urdo

como Pablo clamando frente al burdo

espejismo de Roma: "no hay quien haga

lo bueno, no hay quien busque entre lo absurdo

la salvación". Aprendo a ser la vaga

certeza incomprensible de lo amargo.

Apago la torpeza y voy de hierro

vestido el corazón, pero cuán largo

es lo entenebrecido de mi encierro.

II

He aprendido a vivir mi paz adrede.

Hago un gesto e intuyo que no debo.

Avido entre los sórdido me elevo

por el camino de los rectos.

Puede

que mienta, pero el tiempo al fin accede

hospedando mis culpas en su valva.

Escribo algunos versos a mansalva

y escucho en el trayecto hacia lo infausto

cómo la sierpe lleva su holocausto

ante la infame admonición del alba.

COMO DANIEL

Descenderé como Daniel al foso

entre visiones de un final abrupto

para escapar del hombre y del corrupto

paraíso perdido en el que poso

como una bailarina sin reposo

detenida por órfica premura.

No venceré al dragón ni a la censura

de Babilonia que mi faz proscribe,

pero seré la angustia del que vive

alimentando el sueño de amargura.

II

Nabucodosor de rabia lleno

adorará su propia estatua rota

bajo la escasa lumbre que se agota

en dársena infranqueable de veneno.

Longánimo entrará como el obsceno

amanecer sin Dios, en enemiga

tierra de lo protervo y de la intriga

que no lo salvará de lo poluto,

cuando la noche le transfiera el luto

para que en el nfierno lo persiga.

III

¿Quién interpretará lo escrito al fondo

de la pared donde una mano traza

meme, tequel y peres cuando pasa

el rey como un fantasma grave y hondo?

La oscuridad es un jardín redondo

que se oculta del dócil vergelero,

oh Daniel y no hay ciervo en el otero

asomando sus cuernos en el acto.

No siempre del Jardín se sale intacto

ni es tan fácil huir del Jardinero.

SE VAN LOS PADRES COMO UN ALTO SUEÑO

Se van los padres en la niebla. Sigo

sus formas imprecisas. Mi condena

es seguirlos después de Ultima Cena

con el traidor. Se van los padres, digo,

y levanto mi cruz en el postigo

para iniciar una Pasión que valga

la pena. Me acomodo como un alga

en su piedra (que no del sacrificio)

cuando tañen los bronces para el Juicio

y el abandono sobre mí cabalga.

II

Con cuánta levedad ardiendo en vano

los discípulos son la desventura,

rechazando este vino y esta holgura

con que los nombro. Nadie está cercano

como un árbol de otro en el profano

bosque de agradecer. Cuando les muestro

a los hombres mi paz, y soy el diestro

que de su cuerpo forma el pan, ignoro

cómo podré evitar lo que no añoro

si la mentira es un ardid siniestro.

III

Se van los padres como un alto sueño

de náufrago sin isla y sin cordaje

de embarcación horripilante en viaje

sin retorno. Se van, se van. Me empeño

como alquimista que se sabe dueño

de unas pócimas frágiles en darlo

todo por ellos (por los hombres). Parlo

-es decir, enarbolo mi discurso –

pero ni Dios esgrime tal recurso

si al final de la luz van a matarlo.

TÚ NO SERÁS HERODES

Tú no serás Herodes, el de angosta

mirada en piedra aprisionada y fría

persiguiendo una estrella que no guía

al Salvador. Tú no serás la costa

donde un bajel al pescador riposta

contra la necedad de morir tanto.

Abjuraré de ti que del espanto

no escaparás por tu pavor terreno

y elevaré mi rostro que el veneno

consumirá como a tu rostro el llanto.

II

Mira ese reino que no es tuyo. Escoge.

¿No es placentero estar un poco triste?

Hay un camino estrecho que te asiste

y un camino siniestro que recoge

tu aliento. Hay un Vacío. Quien se acoge

a tu proximidad, Luzbel, se averna.

Yerra quien menosprecia y quien se interna

-cadáver triste sobre yerta playa-

en tu río infernal. Yerra quien vaya

sin ver a Dios hacia la sombra eterna.

III

Tú no serás Herodes, tú lo eres.

Tú el desnudo, el estático, el que poda

lo perfecto y desiste y se acomoda.

Tú, rey-bufón que ríes y te mueres.

Tú aldabonazo sin razón, poderes

concedidos en vano al actor ciego.

Tú de insólito paso, pastor lego

sin ovejas. Tú Edipo, tú Nelida.

¿Quién eres? ¿Quién serás cuando tu vida

sin ver la herida se aproxime al fuego?

CUARTA EPISTOLA DE JUAN

Amados: testimonio soy de oscura

brillantez insalvable. La distante

parcialidad del agua semejante

al taciturno resplandor, apura

un penúltimo sorbo de cordura

impulsada a morir por su mudanza.

En su terco platillo la balanza

sopesa el misterioso paradigma.

¿Soy la locura que abrirá su enigma

si en el loco jamás hubo esperanza?

II

Escucho sordo y reconozco ciego

las armas de la luz que me abandonan

en medio de una noche que perdonan

los silfos. Con mi muerte en paz entrego

la confusa neblina de otro fuego

no vivido y acato el aparente

ludibrio de juzgar cuando se siente

haber equivocado tal ludibrio,

intentando salvar el equilibrio

con un disfraz inútil de inocente.

III

Amados: polvo soy del convencido

maremagnum que extiende su amenaza.

Abominable certidumbre abraza

lo escrito por las huestes del gemido:

que no hay de sí quien viva más rendido

tañendo de por vida el inseguro

instrumento del tiempo sobre el muro

de la memoria, cauteloso encuentro.

Amados: una música allá dentro

disipará la niebla del futuro.

Noche de Walpurgis

ENEASÍLABA ESPINELA ANGUSTIADA

¿Dónde buscar lo que me falta,

algo de sueño y de ternura,

la casa, el aire, la cordura

y la nostalgia leve y alta?

¿Por qué esta lumbre que se exalta?

¿Adónde va lo que nos hiere?

De tanto ser lo que no quiere

el hombre tiene un ala rota,

una embriaguez que no se nota,

un elfo turbio que se muere.

SUBO POR LA EDAD

Estoy

Cada vez más solo. Cede

Mi edad blanca y retrocede

Este rostro que no soy.

Miro. Subo. Llego. Voy

Edad abajo.

-No es nada

digo. Subo. Bajo cada

peldaño de blando tedio.

Bajo. Subo. Sin remedio.

Mi edad es una emboscada.

NÍHIL NOVUM SUB SOLE

Para A. L.

Crucificadme.

Un madero

todo hombre facilita

a sus verdugos. ¡Qué cita

atroz con el desespero!

Llevadme a cuestas. No quiero

que os otorgue nuevas dudas

mi crucifixión.

Desnudas

van las sombras en su rito

dócil hacia el infinito

donde se estremece Judas.

SOMOS CARNE SIN PAZ

brusco

maderamen solitario,

deshaciendo algún rosario

obligatorio. Molusco

aferrado "a lo que busco",

"a lo que no sé". Imprudente

especie del odio. Gente

que se extingue en vano. Ileso

Mesías para un regreso

todavía inexistente.

CORTOS SON LOS MOMENTOS DE VERDADERA

FELICIDAD EN ESTE MUNDO Y AÚN LES DAMOS

EL NOMBRE DE ILUSIÓN Y MENTIRA

Vale ser tentados. Puedo,

al cabo de tanta urdimbre,

palpar mi yo ileso, el timbre

estrambótico del miedo.

Mefistófeles: ¡qué enredo

locuaz, qué monotonía

buscarnos en la vacía

noche de Walpurgis! ¡Cuánto

morir nos cura el espanto

de estar vivos todavía!

HIJO

Hijo: no sueñes. El viento

no es quien abre las cortinas.

Nada somos y las ruinas

de lo que fuimos te invento.

Nada nos importa el viento

que nos despoja en la noche.

Si un hombre muere en la noche,

tras la sombra de un presagio,

su muerte no es el presagio,

es la muerte de la noche.

Y ERIJO EL CAOS

y doblo

otra cuartilla. Mis ruinas

circulares agonizan

en una esquina del ocio.

Me confabulo, el insomnio

extermina el aquelarre.

Alguien me sueña, su imagen

toco entre asfódelos. Cierro

la inútil fábula y pierdo

toda noción de encontrarme.

¿Y SI ME BUSCO?

¿Y si ahora

tiro por la borda el mal,

qué vestidura inusual

me pondré? Perdón, si aflora

en mi caja de Pandora

alguna esperanza, den

un golpe y que cada quien

se vaya por donde vino.

Total, no existe el camino.

Morir es dulce también.

SATÁNICAS

Me alejo de todos. Cierro

otra ventana. Almidono

la traición y me perdono

para no morir. Me aferro

a lo inicuo de mi encierro

interior. Vuelvo. Me llevan

siluetas del Hades. Prueban

con mi inconstancia. No pueden

vencerme, pero me agreden

y yo los dejo que lluevan

torrencialmente. Se elevan

con mis siluetas en brazos.

Se van. Yo sé. Mis pedazos

se estremecen. Pronto. Muevan

mi piel -digo- no se atrevan

a perdonarme el placer

de ver mis huesos arder,

bajo el espanto enfermizo

de un rostro que apenas quiso

en el mal permanecer.

VIVIR ES ESTE RIESGO QUE ACORDAMOS*

Esta mortal pantomima

chamuscada donde flotan

horizontes que se agotan

antes de encontrar la cima

del placer. Es lo que anima

y lo que aveces obstruye

el cauce donde diluye

la ansiedad su faz de piedra.

Es lo que no ve la hiedra

subir, lo que se destruye.

1993

*Ángel Escobar

YA NO BASTA LA VIDA, HAY QUE VIAJAR*

No basta, pero no basta

porque en un soplo no cabe.

De lo vivido se sabe

que hay más. La vida se gasta

de desvivir. Vive hasta

que tus pasos no resulten.

No esperes a que se oculten

los demonios de la gente.

No permitas que reviente

la vida y que la sepulten.

Domingo 13 de junio de 1993.

* Raúl Hernández Novás

TODO PENSAMIENTO LANZA UN GOLPE DE DADOS

Tiro las cartas. Confieso

mi apostasía. Me rindo

antes del Juicio, prescindo

de mi razón, ex-profeso.

Inútil. Siempre regreso

sobre mis pasos. Me quema

esta aridez del poema

apóstata que me ultraja,

sin encontrar la baraja

salvadora. El anatema

no me vence. ¡Qué dilema

prolongar el juego y ser

un mago, para creer

que existo, que soy el tema

de una canción o el emblema

de una ruidosa y perdida

generación confundida.

Perdonadme. Ya no juego.

Las cartas son mi alter ego.

El resto es polvo, se olvida

y me he pasado la vida

sin darme cuenta en la soga

balanceándome. (Me ahoga

confesar) pero dolida

mi mano infiel dilapida

el recuerdo.¿Ved? ¿No arde

acaso el miedo, su alarde

desolado en mis pancartas?

¿Quién por mí tira las cartas?

¿En mí quién será el cobarde?

YO SUPONIA UN PAÍS*

largo como la cordura,

navegando en la segura

agua del hombre feliz.

Yo suponía un matiz

distinto en cada palmera,

una ciudad y hacia afuera

un mar sin velas plegadas,

pero ya ves, son violadas

las cosas y no hay manera

de obligar la primavera

a ser verano, no halaga

sentir que el polvo nos traga,

dejar que en vano se muera

el hombre en otra bandera

torpe, sin alzar la vista.

Bien vale que uno desista

del sueño que no dispone

si el país que uno supone

es posible que no exista.

*Reynaldo García Blanco

LETANIA PARA UN PERSEGUIDO

Para N. y A.

y para J. L.

¿Por qué un día de repente

sentiste el terror de ser?

Vicente Huidobro

Vuelvo a ser el que Jesús

levantó del escabroso

silencio que en dudas oso

violar. Detesto mi cruz.

No soy Lázaro. La luz

la inventé, fue sólo un brillo

en mis ojos, un sencillo

tropiezo dado al revés

para el que la vida es

como llevar lazarillo

por una ciudad oscura.

Vuelvo a ser un niño, pura

costumbre del tiempo. Hilillo

de sangre que desovillo

porque Ariadna no aparece.

Soy el minotauro en ese

laberinto que inauguro

por no sentirme inseguro

mirando al mar.

Amanece.

Siempre ilógicos matices,

siempre embarcación de Ulises,

siempre dolor.

Nadie rece

por mí. No soy quien ofrece

un rosario a lo que busca.

He perdido amor en brusca

manía de la demencia,

burlándome de la ausencia

y del sinsabor.

  • "Reduzca

sus temores –dicen- abra

el pecho y que la palabra

de Jesús no le produzca

un extrañarse. Conduzca

su cíclope al cautiverio.

Eche fuera el adulterio.

Incrépese, pero en vilo".

Vuelvo a ser el intranquilo

azar, cuento de misterio.

Eva. Isolda. Laura. Yo

soy el árbol que mintió

allá en su seno. Salterio

y lamentación. Imperio

de la tristeza. Estoy gris

como Francisco de Assís.

Ampárenme Goethe y Thomas

Mann, asesinas palomas

del Bosco, Henry Matisse,

sálvame, Van Gogh…

La Strada

es una oreja cortada.

Yo soy el árbol, Beatriz.

Oh, Marilyn, the love is…

¿Qué coño le pasa al mundo?

Todo ángel es inmundo.

¡Rilke, no me jodas más!

Ponme un concierto de jazz,

Dizzie Gillespie, un segundo

y que Charlot no interrumpa

mi silente gag. Prorrumpa

en aplausos lo infecundo.

¿A quién duele si me hundo

en el Flégeton y lloro

como Aquiles en el oro

de su Patroclo vencido?.

¿A quién dejaré el olvido

de mis versos?

Sólo añoro

regresar, desnuda vela

de mi barca, cuando vuela

la eternidad y el decoro

es un país incoloro

sin importancia, una suerte

de ansiedad para el que acierte

descubrir sus dos mitades.

Sólo me preocupa el Hades

que está esperando mi muerte.

Atormentado de sentido; Para una hermenéutica de la metadécima

(1998-2005) (2007)

¿AHORA DIRÁN QUE SOY NEOMODERNISTA?

Signado por la hybris, un concepto que subvierte la fysis, su contrario, en los límites urdo el obituario -el vocablo lo apoyo en el precepto de que el invicto inhuma al héroe inepto y el poietés sumerge al precedente en vagaroso ámbito- consciente, como eviscerador metalingüístico, de que en el autoexamen, lo apriorístico resulta un boomerang, generalmente.

Me autoprologo, y canto, a pesar nuestro -implico al que pedí que va-lorase las pluriisotopías de mi frase poética y rehusó, porque un maestro turiferario, realizó el secuestro de su invaluable exégesis- Me excluyo, como infiel referencia, del barullo que actúa sobre el filólogo ar-queológico, dueño de un arsenal metodológico para enquistarme en un aserto suyo. [1]

En este punto ya el lector bosteza. El proemio lo aburre (no hay prefacio que no derive en fraude.) Soy reacio a preludios cifrados con destreza (o sin ella). Me mueve la certeza de que no en todo afán versolibrista encarna la poiesis. "Fetichista de la rima y el metro", con cinismo me niego a disfrazar el "vanguardismo", con la teatralidad postmodernista.

Si la causalidad aristotélica -sólo un ejemplo- socavó Lezama, para que lo incondicional fuera una rama de lo desconocido, pantagruélica resulta la exclusión de una modélica estrofa que también refleja a Dios en instantes canónicos. (Atroz de mi parte nombrar al Padre en vano, se trata de un desvío copernicano –la idea es de Roberto[2]que mi voz no define y, por tanto, al pairo queda…)

Si pergeño este prólogo es un signo de que la metadécima reúne en la univocidad del cuerpo inmune la intimidad, lo externo, el fidedigno retrato, el intertexto, lo maligno de un lenguaje que en él se refocila. La décima ya no es la retahíla paisajística, sopla desde dentro de la cláusula el rhythmus del encuentro con una resistencia que aniquila.

Ronel González Sánchez.

En San Pedro de Cacocum, noviembre, 2006.

NUEVA ESTACIÓN

desde las entrañas de la tierra, a través de paredes

desconchadas, la voz del pífano.

epifanía. pulso de un reino que se acaba

justo en la gran caída. reino de argonautas, de uno

sostenido por la poesía escrita sobre puertas, sobre la piel,

como una honda sajadura. viene la voz que esquiva los objetos

raídos: multitud de volúmenes para burlar el hambre

ancestral, hambre ontológica, hambre mimética,

elemental de la ceniza, cicatriz, tránsito del abandono

al abandono, tejido de oposiciones, raíz de la totalidad

que en vano sugiere interpretar alquimias, momentos

de la fecundación. la voz del pífano que nunca entenderá

el cáliz del demiurgo, propone herirse, doblegarse

para asir el milagro, pero vano es el gesto, vano el artificio

porque todo yace en la raíz de un árbol

originario, un árbol demolido por la sucesión

de instantes cósmicos que arrostran el Enigma.

NUEVA ESTACIÓN

La muerte es siempre la muerte pero cada cual muere a su modo. Para J. T. Malone, la suya comenzó

de una manera tan banal que, un día,

confundió el final de su vida

con el inicio de una nueva estación.

Carson McCullers: El reloj sin manecillas.

La muerte siempre es la muerte,

pero uno muere a su modo

porque morir, sobre todo,

pudiera ser una suerte.

La crudeza de lo inerte

no es sólo una mala rima.

¿Alguien, en verdad, se anima

a entrar en el Paraíso,

cuando la paz del occiso

a su cama se aproxima?

TESTIMONIOS DEL CÓMPLICE

Que no, mi madre no pudo

dilacerar con pastillas

las macilentas mejillas

del inocente desnudo.

Lo sé porque en su saludo

no trepidó el parricidio.

Lo sé, porque a veces lidio

con su aberrada oratoria,

y puedo ver, tras su euforia,

el rostro del homicidio.

II

Que no. Mi madre desprecia

lo rahez. Mi madre nombra,

con perspicacia, la sombra

mensurable de la amnesia.

Aunque en su memoria arrecia

el egotismo, lo abyecto

es un embozado aspecto

de su fatum que vislumbra,

a través de la penumbra,

un omnímodo trayecto.

III

Que no, cualquiera está al borde

célebre de la violencia,

y puede sentir la urgencia

de silenciar el acorde

que una vida monocorde

tañe con muy poca suerte.

Cualquiera puede ofrecerte

la piedad del asesino,

y señalarte un camino

que te conduzca a la muerte.

IV

Que no. No me digan nada.

Perfectamente uno puede

matar, pero nadie agrede

a una sombra condenada.

Preparar una coartada

seguro que no pensó

mi madre. Perdonen. Yo

no lo juro, pero digo

mi verdad. Soy un testigo

que siempre dirá que no.

ONE FLEW OVER THE CUCKOO'S NEST

Poema basado en "Sobre el nido del cuco"

de Raúl Hernández Novás (1948-1993).

En estas tardes medrosas,

sin nadie frente a mi puerta,

oigo la música incierta

de los relojes. Las cosas

me parecen misteriosas

alucinaciones y

peligros que están en mí

desde siempre. En este lapso

de obligatorio relapso

yo ta también pienso en Ti. (sic.)

II

Ya no hay nadie en mi experiencia.

Todo fue vano extravío.

Un teléfono vacío

acentúa la inocencia

de creer que fue la ausencia

la senda, en cuyo remate

buscó mi cuerpo el rescate

de otras islas. Sólo hay miedo

sobre mí, pero no puedo

dejar que el miedo me mate.

III

¿Qué inoportuna gaviota

de aquellos mares del Sur

me convirtió en el augur

del odio y la bancarrota?

Dios mío, ¿por qué una gota

patibularia me mira

y sonríe? ¿Por qué gira

este barco de los locos

que no gobierno, que pocos

gobiernan en la mentira?

IV

Mac, Mac, ¿dónde te has metido?

Estoy solo en esta nave

without candies. Estoy grave.

No soy un niño perdido

en el parque, ni el sonido

del hado. Mac: ¿qué invectiva

urdes contra mí, con viva

devoción por el insulto?

¿Por qué siempre estás oculto

cuando el dolor me derriba?

V

"…Y te acepté grises flores

de sueño y te dije: ¿sabes

quién ha guardado las llaves

del regreso?" (Mis mejores

palabras fueron rencores

a intramuros de tu aliento

lúgubre, y el desaliento

crispó sus dedos de frío

en el tablado vacío

de tu jardín soñoliento).

VI

Y me encerraste a morir

entre los muros. Distante

de tu rostro alucinante.

(Y no le quise decir

a mi madre que vivir

en esta casa desierta

es condenar una puerta

para impedir mi salida).

Pero tú estabas sin vida

y yo gritaba: ¡despierta!

VII

Hoy suena el timbre y no viene

nadie por la nieve triste

de la oscuridad. No existe

el árbol. La noche tiene

encrucijadas: detiene

a los amigos, obstruye

viejos rumbos, se diluye

sin Ti. -¡Hello, darkness: tierno

subterfugio del Averno!-

"My old friend.:" Todo concluye.

VIII

Todo concluye. Saludo,

a pesar de la tiniebla,

al desamor que nos puebla

without candies. Me desnudo.

El teléfono está mudo

entre nosotros. La hora

avanza y mi cuerpo aflora

en su destierro pacífico,

como un vasto frigorífico

de silencio que me ignora.

IX

Miro, en sueños, una escala

como Jacob frente al muro

de la noche. No está oscuro

el cielo. La luz resbala

por la pared. Mueve un ala

un ave, sobre la roca

de Beth-el, y un ángel toca

con su espada de exterminio

a la puerta sin dominio

del Reino que nos convoca.

X

Aquí estoy, siempre al acecho

de tus pasos que no llegan.

Sólo mis palabras niegan

el pasado. ¿Qué derecho

tienes a olvidar el trecho

que avancé en el laberinto

de la verdad? ¿Por instinto

sabes que el rencor nos mata?

¿Vas a romper la piñata

del cielo, y será distinto?

MONÓLOGO DE LA VÍCTIMA ANTES DE CONVERTIRSE EN LÁPIDA

Hay días que anochece tan de prisa, en las paredes de este cuarto a oscuras, que no puedo evitar las sajaduras de la luz infernal en la ceniza andrófoba que cubre la repisa desde siempre. Hay segundos en mi estancia (anteriores a toda nigromancia) que llaman a la puerta, y no parece humana voz, sino Algo que me ofrece devolverme al amparo de la infancia. Porque todo regreso es miserable, cuando ya se ha perdido la certeza de lo vivido, muevo la cabeza y no dejo pasar la insoportable aparición al tálamo infranqueable de mi cuarto. Porque la infancia es cosa parecida a la muerte. Si te roza te sumerge en un líquido ino-cente, y yo no quiero entrar en la aparente habitación, donde su voz me acosa. Fingir una segunda decadencia ya no tiene sentido. Sus um-brales no existen y mis pasos ancestrales, por el Jardín, están llenos de ausencia como yo. No hay regreso a la inocencia. No hay viaje a la semilla. No hay historia. Avanzas a través de la ilusoria calígine y no sabes que es un juego. Quieres huir, pero el desasosiego puede más que tu díscola memoria.

PRIMER SOLILOQUIO DEL ASESINO

Esencialmente poético

descuido los menesteres

que ofrecen otros placeres

distantes del mundo ascético.

Misoneísta y hermético

soy, simplemente, un enlace

temporal con lo que nace

sobre la cuartilla en blanco;

mas, no siempre lo que arranco

al Misterio, me complace.

II

Yo vine al mundo adventicio

como un nefando arabesco

ante el espejo burlesco

que puso Dios al inicio.

Comprender el sacrificio

de mi madre, es aleatorio.

Jamás entendí el velorio

que fue mi origen difuso,

ni por qué móvil confuso

nacer fue un acto ilusorio.

PANEGÍRICO DEL ASESINO

Hijo: yo no soy culpable.

A veces la muerte cansa

y la vida no te alcanza

para comprender qué amable

puede ser cortar el cable

terrenal que nos mantiene.

Siempre la Piedad conviene

(cuando no es Dios quien la enjuicia)

pero sólo la Justicia

decide de dónde viene.

II

No permitas que te asalte

la filicida sospecha.

Para ti no habrá una flecha

eleática. No falte

en tu mano el gerifalte

de la duda, mas deroga

tu devoción por la soga

y no me pidas que otorgue

también tu rostro a la morgue

porque complacerte ahoga.

III

Recuerda que él fue un tropiezo

luctuoso, una sepultura

errante, una prematura

hiperestesia, un exceso.

Haber sostenido el peso

de su erial desde la infancia,

soportar su necromancia,

su exánime pie mortuorio,

¿No convirtió en un velorio

mi vida, por ignorancia?

IV

Hijo: ten piedad. No es burdo

transformar al Homo Faber

en la eversión de un cadáver

fiduciario de lo absurdo.

Justificaciones urdo

como el que sostiene un báculo

a través del infernáculo

donde un salto es el envite,

pero, por favor, permite

que yo elimine el obstáculo.

V

Expulsados del parterre

original, proferimos

insultos a Dios y abrimos

viejos frascos. Quien no cierre

los ojos, morirá. Yerre

o no la paz del arsénico,

con disimulo ecuménico

perpetrará su aquelarre

como un tósigo que barre

para siempre de lo edénico.

RUIDO DE PASOS DE UN GRAN CRIMINAL

Me es imposible decir cómo aquella idea

me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito […] Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó.

Edgar Allan Poe: El corazón acusador.

La existencia es una farsa

agnóstica. Pura niebla.

Todo lo que no es tiniebla

pido, a Luzbel, que lo esparza.

La metafórica zarza

se apaga. No hay cornucopia.

Una víctima es la copia

fruitiva de un viejo pacto.

El crimen: último acto

que escenifica la inopia.

SCIENCIA PERFECTA

Consciente o no del delirio

en que el moribundo pide

a su karma que lo olvide,

la piedad es un martirio.

No todo el que pone un cirio

en el funeral aprecia

la dimensión de tan necia

costumbre del que agoniza,

porque entenderlo precisa

haber entrado en su amnesia.

II

Observado con cautela

y, sin temor al equívoco,

tratamos de que lo unívoco

del concepto no nos duela.

La piedad se nos revela

como algo que transustancia

la compasión, como un ansia

por aliviar el asedio

del dolor; pero el remedio

aumenta nuestra ignorancia.

III

Tergiversamos la esencia

de la virtud, por la fobia

a sentir que nos agobia

ejercer nuestra clemencia.

Preferimos la abstinencia

al diálogo necrológico.

Aceptar que lo más lógico

es sentir lástima, insulta

porque la lástima oculta

un sentido paradójico.

IV

La autocompasión, la agnosia

de la piedad, lo falsario;

salen del devocionario

que con la Piedad se asocia.

Su didascalia disocia,

si la voz del monasterio

quiere imponer un dicterio

desde el facistol beatífico,

y resulta terrorífico

no interpretar el Misterio.

V

La piedad. La demagogia

del predicador. La laude.

El palimpsesto de un fraude

que descubre la anagogia.

Condenamos al que elogia

la pureza, con sarcasmo.

Por no evadir tal marasmo

y lograr que nos estimen

podemos negar un crimen

que urdimos con entusiasmo.

VI

Afligido por la hora

final, el semidifunto

quiere olvidar el asunto

con rapidez. La demora

cambia todo lo que ignora

y acentúa su gravamen.

No resistir otro examen,

no entender su soledad,

no tolerar la piedad,

serán parte del dictamen.

VII

¿Cuál es el hombre que puede

disminuir la tortura

de la víctima? ¿Quién jura

ser compasivo y procede,

(sobre un cadáver que hiede)

sin miedo, a ponerle coto

al simulado alboroto

de los que van a su encuentro,

si todos saben que dentro

la piedad se les ha roto?

RÉQUIEM

¡Callado abuelo! También tú viviste

y amaste. Por eso moras junto a tus

hijos como inmortal. Y a veces, la vida

parece venir de ti, como del Éter silencioso.

Hölderlin: "Retrato de abuelo".

Ahora que la falacia

paga sus culpas prolijas

y, a través de las rendijas,

se nos filtra la desgracia.

Ahora que vamos hacia

la destrucción, me pregunto

con desgano, ¿hasta qué punto,

ostensiblemente insólito,

merecías ser acólito

del horror, como un difunto?

II

Morirás, pero no todo

habrá acabado. Incorpóreo

volverás a un tiempo ecuóreo

como el amnios. Serás lodo

teorético. Grosso modo:

reo de la lasitud

entrarás a un ataúd

insenescente, inconsútil,

pero jamás será inútil

prolongar tu juventud.

III

Callado abuelo que moras

en el silencioso Éter,

donde ya ningún catéter

te desgarra, tú que ignoras

cómo acortaron las horas

letales, el desvarío,

perdona este desafío

del alcohol, que no me ayuda

a sacarte de la muda

catacumba del Vacío.


LA LIBERTAD DEL SUICIDA

Considerado exactamente,

el concepto de la libertad es negativo.

Schopenhauer

hoy he visto un ahorcado junto al río pensé en paul celan sobre el puente del sena / me repetí nerval / pavese / asunción silva / cerré los ojos y ante mí desfilaron la neblina del praga / la podredumbre del magestic / el balcón de los ángeles / porque en la aduana nadie lee suicidios y otras muertes ni escucha cry for a shadow / el hermetismo de la realidad es la conexión entre esos esperpentos / cierro los ojos y me arrastro hacia otros desperdicios pero en la aduana no importa si uno escribe versos o leopoldo lugones es quien los dicta / hoy he visto un ahorcado junto al río y te juro que era más bello que el ahorcado del café bonaparte.

¿Qué diablos de libertad

poseo, Cruel Esperpento,

si ando según sopla el viento,

si no estoy, si la verdad

es como una enfermedad

fingida, si en los retablos

de la burla, los venablos

que los indignos me lanzan

con furia, siempre me alcanzan

y me destruyen, qué diablos?

II

¿Ha de ser cortado el hombre

de raíz, sin otra causa

que la de ser una pausa

civilizatoria, un nombre

por definir? No te asombre,

Luzbel, si por ti derogo

las esperanzas que ahogo

para zanjar el conflicto.

Soy, simplemente, un convicto

y, como Job, te interrogo.

III

¿Qué esperas de mí, Maligno?

Príncipe de las Tinieblas:

¿Por qué mis entrañas pueblas

con un licor tan indigno?

No me encuentro. No hallo el signo

de mi Kabalah proscrita.

Tanta ingenuidad irrita.

Mi parte pública miente.

Lo que hubo en mí diferente

ya nadie lo necesita.

IV

Terminé. Cerró mi plazo.

Juro que intenté ser bueno

y concluí siendo ajeno

al mundo. He sido un fracaso,

pero levanto mi vaso

por los vencidos. Las puertas

no importa que estén abiertas

o clausuradas. Yo brindo

porque sí, porque me rindo.

Basta de palabras muertas.

Pavese, Lowri, Esenin, Maiakovski, Musset, Celan, Tsvetáieva, Casey, Osamu, Kawabata, Trigo, Storni, María Luisa Milanés, Cernuda, Fadéiev, Levi, Borowski, Quiroga, Casey, London, Plath, de Larra, Sexton, von Kleist, Lugones, Kerouac, Zweig, Mishima, Walter Benjamin, Klauss Mann, Akutagawa, Wolf, Sexton, Asunción Silva, Arguedas, Salgari, Nerval, Dazai, Arenas, Novás, Escobar, y tantos…

MÉDULAS QUE HAN GLORIOSAMENTE ARDIDO

Descender

en travesía invisible

a la infinita celeridad? / al orden?

una vez elidida la pobreza / el incesante

gotear

sobre los aposentos / donde un desgarrador

tomo de apuntes confirmó

el sobresalto / entrañarse en la intemperie

como el que paga un precio

por anteriores existencias / entrañarse

orfeo / heráclito / dante / sin transfiguraciones.

ELOGIO DE LA SOBRIEDAD

Cuando me paro a contemplar mi estado

y a ver los pasos por donde he venido

me espanto de que un hombre tan perdido

a comprender su error haya llegado.

Lope de Vega

Visto a través de un cristal

azogado, el universo

nos muestra sólo el reverso

de su amplitud sideral.

Fundadas en lo virtual

las cosas, en consecuencia,

se abandonan a una ausencia

de lógica, como indemnes

embarcaciones solemnes

de capciosa resistencia.

II

Es fácil ser un beodo

desnudo frente al espejo

y tener sólo un reflejo

distorsionado del Todo.

Estar más cerca del lodo

no es comprender lo que nace,

ni dejar que el tiempo pase

ahuyentará la tiniebla:

mientras más lodo nos puebla

más el lodo nos complace.

III

Profanar tumbas atrae

porque va contra las normas

pero, al final, te transformas

en tierra que lenta cae

sobre un ataúd. Distrae

descubrir el cenotafio

que abriga el recuerdo zafio

de algún recodo anodino

y hacer que el ángel del vino

se convierta en epitafio.

IV

Pero al que entiende la críptica

palabra y la Voz oculta

puede escuchar, le resulta

familiar la frase elíptica.

Sin nociones de la glíptica

que domina el alarife

transfigura el arrecife

(como quien modela el barro)

y aparta el burdo guijarro

para que pase el esquife.

V

Sin temor al despotismo

de pesadillas futuras

el sobrio, ante las figuras

de la niebla, no es el mismo.

Entender el mecanismo

interior que lo seduce

sin palabras, reproduce

una sensación antigua

respecto a la forma ambigua

que en silencio lo conduce.

VI

Sin proponérselo abroga

el ente lo ingobernable

y establece un inefable

nexo con lo que deroga,

la desalienante droga

(porque lo Real inconsútil

aniquila con su fútil

castración del intelecto)

es el complejo dialecto

que habla un políglota inútil.

VII

¿Estar ebrio es una vía

para alcanzar la pureza

absoluta o la certeza

de un tipo de rebeldía?

¿Estar sobrio es la manía

de desconocer el precio

existencial? ¿Es tan necio

concebir como una suerte

el alivio de la muerte

para el servil adefesio?

DE CODOS EN EL PUENTE

Después de buscar lo eterno con denodada paciencia no me permitió la ciencia diseccionar el infierno. Me sedujo el desgobierno de algún efluvio inexacto y, antes de sellar un pacto de sangre con la lujuria, cayó sobre mí la furia mística del mundo abstracto.

Prófugo de la abstinencia

consustancial al difunto

me transformo en un presunto

mártir de la decadencia.

Dominado por la urgencia

de vivir, sin la censura

que mi verdad conjetura

como un placer irrestricto

de nuevo soy un adicto

feraz de la desmesura.

II

Ven. Hagamos contra todos

este juego infernal. Reza

y reparte la cerveza

del viento. De todos modos

se nos rodarán los codos

sobre la barra. Responde:

¿Para qué vivir? ¿Adónde

nos llevará la resaca

después, si el mal no se aplaca

y el bien, al final, se esconde?

III

Yo, que fui alcoholes diversos

y perversiones baratas,

corrigiendo las erratas

neblinosas de mis versos;

hoy cuento efluvios dispersos,

mas no cesa el inventario;

porque el tiempo es lapidario

como el concepto que un tonto

por definirlo tan pronto

me convirtió en su contrario.

IV

¿Para qué quiero sufrir

la horripilante odisea

del sobrio, y que todo sea

poco menos que morir?

¿Para qué voy a escandir

las sílabas de un idioma

que se convierte en axioma

de lo virtual? ¿Para qué

voy a pedirle a Dios fe

si Dios no es más que una broma?

V

Mientras todo pasa estoy

en este país de aceras

temblorosas y maneras

repugnantes de ser. Voy

siempre calle arriba. Estoy

convencido de que veo

mejor la ciudad y creo

que, aunque rodeado de estatuas,

mis pies no van por las fatuas

avenidas del Deseo.

VI

No me importa si el camino

conduce o no al baptisterio

de la Razón, si el misterio

es un buen o es un mal vino.

No me importa si el destino

es sólo un concepto enólico.

Vivo en un ámbito eólico

que la pesadumbre irradia

porque para mí la Arcadia

no es más que un cuento diabólico.

VII

Apuro jarras de azogue

en el centro de una feria

tropical y la miseria

insinúa que me ahogue,

que me infernalice y bogue

como el tedio provincial,

y ante una pared de cal

linde del extraño baile –

regurgito como un fraile

dentro de una catedral.

MÉDULAS QUE HAN GLORIOSAMENTE ARDIDO

A M.

que me contó su historia en la barra de El Cauto.

Uno se ha muerto de atroces

infortunios sicodélicos

y obsedido de hipertélicos

orfismos escucha voces.

Uno ha olvidado los roces

eróticos, sin fastidio.

El providencial ofidio

de la belleza lo pasma

porque sólo lo entusiasma

su literaturicidio.

II

Sostenido por la herética

manía de asir un premio

entra en el absurdo gremio

de la incertidumbre. Ascética

como la estirpe poética

su voluntad lo traiciona.

Quiere evadir su persona

terrenal ante un obstáculo,

pero cuando pierde el báculo

hasta Lilith lo abandona.

III

Uno va mudo, académico

de vestuario decadente,

víctima de la serpiente

que le ofreció un fruto anémico.

Viudo de un corpus sistémico

para comprender su obra

organiza una maniobra

etílica contra el odio

y Eros lo aproxima al podio

demencial de la zozobra.

IV

A su lado el Azar cruza.

Tiene muslos exotéricos

y obnubila los histéricos

sitios de una piel confusa.

¿Cómo inventarse una excusa

para llegar al Edén?

¿Cómo saber en qué tren

sensual viaja la inocencia,

si no puede la abstinencia

separar el mal del bien?

V

Desmesuradas tabernas

para tan poco entusiasmo.

Lo gnosivo es un pleonasmo

hermético entre las piernas.

Teleológicas cavernas

para volver a uno mismo.

¿Miserias del altruismo

o triunfos del alter ego?

¿Antropocinismo ciego?

¿Autofagia? ¿Ultraerotismo?

VI

¿Quién puede explicar la niebla

prosaica que nos impulsa

hacia una mirada insulsa

que nos sacude y nos puebla?

Si es tan atroz la tiniebla

¿por qué una sombra fortuita

que de repente nos grita:

"Detén tu pleamar caótica"

puede, con vehemencia erótica,

poblar un alma marchita?

¿QUÉ HAGO YO AQUÍ?

En mí yo no vivo ya…

San Juan de la Cruz

En mi babel confiada a los extraños

de una provincia que el alcohol subvierte

como un peregrino ante la muerte

cargo mi maldición de treinta años.

Asciendo por los frágiles peldaños

de la literatura sin luz propia

porque yo sé que aunque mi mano copia

el fatum de una estirpe que no mengua

ante las catedrales de la Lengua

no soy más que el refugio de la inopia.

II

Por desafiar lo inverosímil creo

no ser un personaje protagónico

que ambiciona el laurel decimonónico

o un sitio en el estrado. No deseo

esas jurisdicciones que al ateo

deslumbran. Acercarme a la imposible

comunión con lo oscuro incognoscible

es mi obsesión ahora. En el posludio

de las aberraciones, me repudio

y busco mi otredad en lo invisible.

III

Cuando pienso que añado al simulacro

escritural un sólido arquetipo,

vuelvo a las sombras como vuelve Edipo

a la caducidad de su ambulacro.

¿Adónde me conduce el fuego sacro

de las palabras que medito? ¿Cuáles

conformarán los ámbitos causales

del porvenir? Sin herramientas hurgo

en las premoniciones de un demiurgo

que abjura de sus aguas maternales.

AL PARTIR

A M.H.M y L.F.R.

Buscando el puerto en noche procelosa,

puedo morir en la difícil vía

mas siempre voy contigo, ¡oh, Cuba hermosa!,

y apoyado al timón espero el día.

José Jacinto Milanés

Tengo el alma, ¡señor!, adolorida

Por unas penas que no tienen nombres,

Y no me culpes, no, porque te pida

Otra patria, otro siglo y otros hombres.

Juan Clemente Zenea

Enfermo de sucesivas

deslealtades, me apresuro

a formular un conjuro

que ignore las agresivas

miserias de los escribas

cuyo egoísmo genético

les confiere un tono herético

a sus escritos sin alma

perpetrados en la calma

sepulcral de lo mimético.

II

Sombrío y desarraigado

como un ente que se inicia

en una empresa ficticia

vuelvo la vista al pasado.

Desoccidentalizado

ante las aguas, sereno

como un náufrago, cerceno

nexos con la decadencia

que ha sido mi pertenencia

a un clan demasiado ajeno.

III

Cuba secreta, confuso

ante el discreto pabilo

de la pobreza, vigilo

a los que se marchan. Cruzo

las fronteras de lo abstruso

y no te encuentro. Mi mal

es duro porque, al final,

siempre regreso a mi cueva

y pido a Dios que no llueva

bajo el cielo nacional.

IV

Partir. Entrar en el arca

mítica. Quemar las naves.

Partir. Olvidar las llaves

y el nombre de la comarca.

No saber si a Dinamarca

o a Nueva York va el camino.

Partir. Abjurar del vino

amargo que nos auxilia

a soportar la familia,

las dos patrias y el destino.

V

Escindido del boato

insular, en la imperfecta

autarquía de mi secta

he perdido mi retrato.

Agnóstico por un rato

y escéptico por costumbre

me niego a la servidumbre

como un animal utópico

hipertrofiado en el trópico

falaz de la incertidumbre.

CARTA DE UN BEODO A PIERRE KIRILOVICH BEZUJOV

Para E.R. y A. G.

Diles todo esto, alma mía, para que lloren en este

valle de lágrimas y así te los puedas llevar hacia Dios,

porque del espíritu de Dios será lo que les digas

si lo dices ardiendo en caridad.

San Agustín

Yo también quise una prueba

de Dios, y lo reté a duelo

con preguntas, pero el cielo

no me dio la vida nueva.

Yo me dije: nadie lleva

prefijado el desafío

pero, Dios, ¿porqué este frío

espiritual, esta débil

mirada de niño flébil

e inútil frente al Vacío?

II

Yo quise ignorar la broma

fantasmal de lo primario,

ponerme un escapulario

y dirigir hacia Roma

la vista. Yo estuve en coma

en la sala del prejuicio.

Me deslumbró el artificio.

Reverencié una pintura

y busqué a Dios en la holgura

lúbrica del precipicio.

III

Pretendí ver a Jesús

en los siniestros iconos

de los templos, donde Cronos

me apartaba de la Luz.

Pero el tiempo lleva sus

criaturas por un trayecto

inefable y lo incorrecto

es pensar que hay una ruta

donde la muerte absoluta

habla un idioma perfecto.

IV

Dios marchaba, sin embargo,

conmigo, y yo estaba ciego;

invocándolo en el fuego

de San Francisco, en el largo

silencio de mi letargo

como una oración de esperma

derritiéndose en la yerma

dimensión del vaticinio

y la voz del raciocinio

era una ciudad enferma.

V

Yo no estaba solo, Pierre.

Él nunca nos abandona.

Soportar una corona

de espinas para caer

y levantarse, es nacer

con el Padre, y los que eligen

su puerta, al invierno exigen

que concluya, que sea breve

la caída de la nieve

incorrupta del Origen.

EN EL ALTO CAE NIEVE

LA OLLA DE LECHE EN EL TEJADO

Magra noche láctea:

herrumbre

lamentosa y descarnante.

Noche

de Judas menguante.

Osmótica incertidumbre.

La impotente mansedumbre.

(¿Angustia sobreseída?)

El subsuelo.

La subvida.

Los instintos de la bestia.

La clandestina molestia de la sustancia inasida.

Con los ojos en blanco

mi mujer

sube al cielo

y deja la olla de leche en el tejado

bajo el pilar de Sísifo,

para impedir que la canícula

nos robe la pureza.

Monologan los peldaños

de la escalera.

Interrogan

las pisadas que homologan

exultaciones

y daños.

Ella difumina escaños

hacia líquidos entecos

y pondera recovecos dominados

por la ruina

porque su piedad catrina

anula todos los ecos.

Ella,

que no ha visto Ceilán

y jura que no existen

los crujientes arrozales,

odia la indiferencia

con que los gatos hurtan el delirio

del falaz desayuno

e invoca las piedras de la Muralla

China,

los adoquines del muro de Berlín,

la almohada pétrea de Jacob

cuando cuestiona la avidez

de las criaturas de la noche.

Cuestionar.

Ser una línea

en tensión

hacia la prolongación

del desborde

y la razón

que engendra un aura fulmínea.

Varada en la apolínea

marmita del envite,

mi mujer, temeraria, no permite

que irrumpan los felinos

mortecinos

ni que el abatimiento se acredite.

Silente diva del Bel Canto

mi mujer dibuja

otras ciudades

donde el Gran Frío no interviene

entre Dios y los gatos,

y la despensa se traduce en los ojos

deshechos por el júbilo.

Ella, que ha sido mártir de la ruina,

conoce los bemoles

de soberbios e inútiles alcoholes

en la ambarina

silueta que a su lado dictamina

escuálido, el futuro;

y quisiera anular el claroscuro

instante del ascenso,

pero su corazón está suspenso

de un muro.

Paso es el paso de mi mujer que viene

de desafiar la altura,

y echa a volar sus manos

entre las viandas hórridas

del día de mañana.

Más allá de los techos

el país duerme,

inocuo y altivo,

como una estatua de cemento.

TRANSFIGURACIÓN DEL JUDÍO ERRANTE

En mi opinión,

el exilio es una de las grandes catástrofes

de cualquier época, sobre todo para el escritor.

Nos desvincula de nuestro ámbito natural

y de nuestra lengua,

y ya nunca más seremos los mismos.

H.P.

Yo, Czeslaw Milosz, grafiante

diasporizado en extremo,

catastrofista blasfemo,

eslavo-anglo-disonante.

Frente al mar descoagulante

de Berkeley, simplifico

mi prehistoria, y edifico

postraumáticas neblinas

sobre las prófugas ruinas

del mal que personifico.

II

Apátrida de la estepa

carcelaria, antagonista

corrosivo de un dualista

lapso que también discrepa

de mí, aunque finja o no sepa,

miro al mar dizque Pacífico,

con un rencor metafísico,

una piedad paradójica

que impugna mi etimológica

visión de lo terrorífico.

III

Nómada estigmatizado

por la maldición del cisma,

observo, a través de un prisma,

lo real escamoteado,

pero lo real no es el lado

más atroz, un intersticio

subcutáneo, subrepticio

de mi progenie discorde

me pantagrueliza al borde

pedestre del sacrificio.

IV

Milosz, Czeslaw: desafecto

del formulario leotrópico,

entro al desayer utópico

incordiador de lo infecto.

Refractario por defecto

a la hibridez que contraigo,

desde mi subsuelo caigo,

whitmánico aperturista,

en la noche futurista

y mendaz del desarraigo.

OTRAS CRÓNICAS DEL SUR

Yo me fui al Sur por encargo

como el viejo ilusionista

que buscando quien le asista

en lo irreal, se tornó amargo.

Me desvestí del letargo

innato de mi terruño

y tuve el Sur en un puño

cuando tu sexo furtivo

me hizo creer que estar vivo

no era un perenne rasguño.

II

Tú eras suspicacia y dique

en diálogo con profusas

autonomías confusas,

yo, impenitente alfeñique

detrás de un rostro que explique

todos los rostros espurios.

Tú te inventabas augurios

de un fervor sobreviviente

y yo creía solamente

en el dios de los tugurios.

III

Las cosas suelen tener

bordes demasiado romos

y dislates policromos

hasta en su virtud de ser.

Llegué a ti sin comprender

esencialmente quién era,

y extraviado en la frontera

de semejante espejismo

nunca pude ser el mismo

ni aunque me lo propusiera.

IV

Te encontré en las perturbadas

imágenes de mi entorno,

y acreciste en el trastorno

de mis sábanas manchadas.

Hurtaste mis madrugadas

patéticas, sin reemplazo,

y en la urgencia del abrazo

que ficcioné hora tras hora

no vi la avasalladora

pantomima del fracaso.

V

Después quise suprimir

el Sur del Sur, el segmento

donde tu desbordamiento

me impedía decidir

qué derrotero seguir,

y escogí el orbe irrisorio

de quien hurga en un emporio

para recobrar la llave

perdida, y luego no sabe

cómo franquear lo ilusorio.

VI

Jorge Drexler repetía,

obsesivo, "Hermana duda"

sobre mi litera viuda

de tu "audaz" filosofía,

y el eclipse instituía

sus fermentos. Calamaro

añadía al desamparo

"te quiero igual", pero Filio

enfatizaba tu exilio

con su "Otro domingo…" raro.

VII

Panaderías de lujo.

Cafés, taxis, celulares.

Plazas escépticas, bares.

Libaciones sin embrujo.

La ciudad como el dibujo

de un autista, y yo, siamés

discordante del estrés,

asesino tautológico,

preso del crimen ilógico

al que siempre van sus pies.

MAGNAS ABERRACIONES EN EL ALTO

En el Alto cae nieve te abrazo para no decir adiós hubieras visto el lago hasta nunca cóndor sobre las cordilleras dices quédate hilo de voz no escucho volveré? oteo la ciudad desarraigado origenista coloquial entusiasta del sesenta lírico lastimoso del ochenta hubieras visto el lago vidrios me nostalgiaron cafés desiertos a esta hora te coses a mi respiración hubieras visto el lago mira es que yo arrastro brocal de piedras con mi imagen guizazos de Baracoa en los tobillos periferias mefíticas hubieras visto el lago mira es que yo sé plazas donde maldices nadie escucha no temas lluvia tamborilea para los regresantes hubieras visto el lago mira es que pasan otra vez pájaros tojosas de las islas en el Alto no dejará de caer nieve hasta que vuelvas pero ya a mí ningún camino me devuelve a Roma.

Aeropuerto de La Paz, agosto 21, 2004.

Ave

de nieve amarilla.

El desconcierto está a bordo

de un ocre artefacto sordo

que hiende la pesadilla.

Al sur de mi ventanilla

se ha coagulado un islote

y yo percibo

en su escote de tolerancia magnética

una sed mitopoética

devenida en estrambote.

Convicto de la miseria

pongo a prueba mi manigua,

en la seducción ambigua

que ejerce la periferia.

Disecciono mi materia

en patria

y obscenidad,

pero elijo la mitad

menos drástica,

y extraigo mi fervor

de un desarraigo rancio de insularidad.

La nación está en fragmentos,

desnuda,

sobre la cama

y yo calibro la trama

carnal de mis argumentos.

Debo elegir

entre cientos de epicúreos intersticios,

desdoblarme en artificios,

duplicar las percepciones

para que mis emociones

no igualen sus precipicios.

Enigmáticos son esos cotos de penumbra

que se asemejan a la irrealidad

y al cabo pertenecen

a la reconstrucción descarnada

que es el paisaje de un cuerpo poseído.

Como el poeta francés

sucumbí a la tentación de sopesar los límites

e interpuse fragmentos de claridad prohibida

como el que busca un ángel

en el centro de la noche.

Si miro a las tinieblas

que de un momento a otro

descenderán sobre mis páginas

puedo asegurar

que hay cuerpos cuya aritmética

es absolutamente impredecible

y empujan hacia lo fatal.

A la manera en que Saint John

organizó sus titubeos

me pregunto si estos desórdenes,

entrevistos desde la cuerda floja,

no serán síntomas

de una edad cuyo fin toca a la puerta.

Saint John Perse:

yo amé lo advenedizo

y escribí aburridos poemas

sobre la desnudez,

la patria

y el espíritu,

con la misma inocencia

de quien ingresa desposeído de otra latitud,

con el mismo sobresalto

de quien se marcha

en busca del vellocino negado por los dioses.

Isla anorgásmica encima

y la deserción arrecia en cada gramo de amnesia

que la ausencia legitima.

Lo fragmentario da grima

visto desde lo total.

Un imposible abisal filtrado por la molicie

reintegra a la superficie el letargo nacional.

Entre los senos tediosos

de la patria,

inexpresivo

en el triángulo lascivo

hundo mis dedos capciosos

y trazo surcos morbosos

por el éxtasis,

yo,

arcádico,

yo,

ingrávido,

yo,

esporádico exiliado de las frutas voluptuosas,

y las putas

de René López.

Yo,

sádico.

A bordo de mi propia miseria

crucé el océano

y respiré profundo la mediatización

de mis sentidos.

Junto a las cumbres heladas

comprendí lo que es haberse desgastado

en escrituras semejantes al odio,

cotidiana silueta de existencias vencidas

por la falta de fe,

la obsesión

y la culpa.

Confieso que siempre había añorado

pronunciar las sílabas de la libertad

como se rozan los muslos de una muchacha

por debajo de la mesa,

sin embargo la estatura del miedo

no abandonó un instante el rostro del escriba

que quiso transgredir la mediocre prosodia

de un idioma recóndito.

Mientras duró el milagro

de retener una mirada entre vasos servidos

con imposibles libaciones,

y la certidumbre de poseer

la piel estremecida de una duda foránea,

estuve a punto de afirmar

que hay voces en lo efímero

superiores a un gastado argumento.

Obnubilado por la confusión,

pretendí conformar mis derrotas

a la medida del silencio,

y, contra toda lógica,

regresé a los tugurios

donde antes me reproché el peligro

de ser un pétreo desamparo.

Lo aposté todo al desaliento

y la agonía de permanecer

entre la abulia de mis semejantes

y la zozobra del que aguarda más allá del océano,

aunque jamás pudiera

atisbar, desde lejos, los contornos

de una ciudad traumática.

Desnudo,

sobre la alfombra vulgar de la cordillera,

de pie,

sobre una bandera

enrarecida de sombra.

Escucho un brocal que nombra

mis cerrazones oriundas

y quiero hendir sus rotundas cláusulas,

quiero anular

la embriaguez,

y regresar

a mis guásimas profundas.

Ave de nieve,

ave errante.

Ambivalente sintagma.

La lejanía es un magma críptico y enajenante.

La lejanía mutante.

Antitético concilio.

Cuerpos que piden auxilio

cuando la Paz queda muda.

Y yo,

destierro la duda,

en las aguas

del exilio.

APROPIARSE DE TODO

descentrar el vacío ontológico

que condena a los entes a ser entes

y no su anulación / mediante el macrotexto

edificante / el espasmo global / la sacudida

suma y tamiz del diáfano corpúsculo

intocado / no azar / no concurrencia

de clásicos arrimos / operar en la fábula

con los atuendos de la fábula / sin la frivolidad

que espejea aparente genealogía del cosmos

avistar una ínsula que tache

teleológicos ritmos a través del fragmento

para ascender a un epos libidinal

ubérrimo / son escalas tendidas

desde la piedra al vasto

telar de lo absoluto donde la reescritura

de la verdad poética

designa a cal y canto la redención

posible.

AUTODEFENSA DE CAYO MECENAS

A mis amigos romanos Sexto Propercio,

Virgilio y Horacio.

En su oscura pagoda deslumbrante

el maestro deplora manuscritos

lerdos, a posteriori de otros mitos

cifrados en la piedra por un Dante,

un Homero o un ciego vigilante

entre feraces libros. El maestro,

cuando concibe, no prevé el secuestro

que con vestuario de aprendiz se oculta.

A pesar de su continencia adulta

no aprende a desconfiar del menos diestro.

II

Como una idea intemporal lo absorbe

no tiene tiempo para la riposta.

Si otros agreden, él no los denosta

con fatuidades, les opone un orbe

de bonhomía, una pasión que estorbe

a los que ven fortuna en lo macabro.

Urdir traiciones contra il miglor fabro

que te sostiene, es un taimado vicio.

Lograr que se sostenga el edificio

sobre un puñal, atrae el descalabro.

III

Experto en subterfugios, el copista

mutila el ave para hallar la esfera,

rastrea lo profundo y considera

que sólo con nombrarlo lo conquista.

Vengarse del maestro, ser la arista

menos visible de la envidia, al precio

que tenga que pagar. Fingir un necio

alegato optimista contra males

recubiertos con íntimos cristales

para no ser el blanco del desprecio.

IV

¿Por qué muerdes la mano que te empuja

hacia el sagrado resplandor? ¿Qué sorna

ancestral te posee y te trastorna

cuando escuchas al prójimo que estruja

vocablos en tu ecléctica burbuja?

Travestido de irónico aquelarre

intentas maldecir a quien desbarre

de tus chanzas e irónicas leyendas

y aún pides que tus pálidas contiendas

contra la humanidad, alguien las narre.

V

Ignorar a los otros. Ser un dios

sin altazores. Clavetear la ciencia

con alfileres y negar la esencia

que pergeña el maestro. Ser atroz

e inocente diablejo. Total. Dos

partes de cualquier cosa, es necesario.

Sostener la mirada del templario

y que venga el aplauso, la clausura,

el vino, el privilegio, la impostura.

Ser la especie más rara del herbario.

VI

Apropiarse de todo lo apropiable

y acusar de plagiario al que te observa

diseccionar tus frases en conserva.

Traicionar. Traicionar lo intraicionable.

No eres un fraude. No. Tú eres amable.

El déspota es el otro que te ignora

cuando hurtas su espada bienhechora.

¡Si habrá que tolerarte encubrimientos

de veleidades y ofensivos vientos

que habitan en tu caja de Pandora!

VII

Qué perniciosa y natural costumbre

de advertir en los otros tus carencias.

Qué magna procesión de incongruencias.

Qué bufonesco ardid bordea la lumbre.

Augusto: a quien se inmola por la herrumbre

su propia escoria inicua lo estrangula.

No te ensañes, por Dios, recapitula.

Acércate desnudo al que te nombra.

Un árbol retorcido no da sombra.

La fe sin obras no te salva, anula.

HISTORIA DE CRUZADOS

Para C.E.G.

Poeta, tú no cantes la guerra; tú no rindas ese tributo

rojo al Moloch, sé inactual; sé inactual y lejano

como un dios de otros tiempos,

como la luz de un astro, que a través de los siglos

llega a la humanidad.

Amado Nervo

Yo no puedo escribir sobre la guerra

porque sólo conservo en la memoria

falsas reproducciones de una historia

que a veces mi optimismo desentierra.

Concebir esta página me aterra

como pensar que pude haber caído.

Las guerras no rebasan el olvido

y cualquiera es un héroe o un cobarde.

A mí no me llamaron. Ya era tarde.

Los últimos soldados se habían ido.

II

Eufóricos y osados ante el ruedo

a todos nos cegó la misma farsa

y avanzamos, detrás de la comparsa,

como en un carnaval de sangre y miedo.

Sólo cuando la Muerte mostró un dedo

dejaron de caer los gladiadores

entre perdonavidas y traidores

y se tornó la guerra paradigma.

Sólo cuando la Muerte fue un estigma

terminó el ajedrez de los mayores.

III

Para la guerra siempre hay un motivo.

El rapto de Briseida es un estorbo

universal, una ración de morbo

interminable en el siniestro archivo

de césares y brutos. Estar vivo

es un error de cálculo execrable.

La guerra no es un virus incurable,

pero a todos los hombres nos contagia:

unos querrán que empiece la hemorragia,

otros, que no castiguen al culpable.

IV

Ninguna vida salvaguarda un verso.

A nadie un verso la razón despierta.

Tanta grafomanía desconcierta.

Ninguna causa vale tanto esfuerzo.

Podrá cambiar la guerra el universo,

pero no sanará ciertas heridas.

Aunque de difidentes y homicidas

estén llenos impúdicos acrósticos,

persistirá el horror de los agnósticos

y crecerá el placer de los suicidas.

V

Agresores y aliados: neandertales

que año tras año van a las cruzadas

con la cifra infinita de sus nadas

a cuestas, como dones teologales:

los fanatismos también son fatales

como esperar en desolada orilla.

¿Tendremos que ofrecer la otra mejilla

y recibir, con júbilo enfermizo,

el vacuo resplandor del Paraíso,

la perfección que muere de rodillas?

VI

Si al menos tú pudieras, Padre oscuro,

explicarme qué férula ilusoria

despierta en ciertos hombres la mortuoria

idea de enviar hacia lo impuro

de un supuesto principio al que más duro

pueda blandir la espada y al convicto,

si al menos tú escucharas lo interdicto

por el futuro mártir que simula

obedecer al que lo manipula

seguro impedirías el conflicto.

VII

La guerra, para mí, fue un comentario

y el temor de mi padre al documento

que no firmé. La guerra fue un invento

para que no durmiera el vecindario.

Repasar sin aliento algún rosario

a nadie exoneró del crucifijo.

Alguien también lloró y alguien maldijo

a los que regresaron sin medallas

y a los que dirigieron las batallas

Partes: 1, 2, 3, 4
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